Los dominios del Ónix Negro: La unión

dominios-onix-negro-union.jpg

Autora: Adriana González Márquez

Editorial: Montena

Trilogía: Los Dominios del Ónix Negro

Goodreads / Amazon


Salvar al mundo tiene un precio muy elevado...

Es hora de pagarlo.

Esta era mi oportunidad. Tenía que aprovecharla. Saqué una de mis cimitarras y me acerqué lo suficiente como para enterrársela en la espalda, pero fue justo en ese instante en que él se volvió hacia mí, levantando el brazo y lanzando una descarga de energía negra que me atravesó el pecho.

Nunca había sentido algo así, no podía comparar el dolor con nada de lo que hubiera experimentado antes: ni con golpes, ni con cortes, ni con balazos, ni siquiera con la tortura de la Elevación. Fui capaz de exhalar un último suspiro antes de sentir el momento exacto en que el espíritu abandonaba mi cuerpo, preguntándome si sentiría algo cuando Arématis finalmente devorara mi alma.


Los dominios del Ónix Negro: La unión es la tercera y última entrega de la trilogía que lleva el mismo nombre. Escrita en primera persona, Vanessa nos narra su historia, empezando justo en donde nos habíamos quedado al final del segundo libro. Claro, apenas tuve el libro en mis manos, comencé a leerlo. En esta ocasión intenté tardarme un poco más en terminarlo porque sabía que me dolería llegar al final de esta historia que tanto me ha sorprendido y fascinado. 

Decidí leer este libro por las mismas razones que el segundo libro (Los dominios del Ónix Negro: La conexión), por curiosidad e interés en continuar leyendo sobre un lugar mágico donde el conocer el poder del alma es esencial, y al cual puedes entrar desde uno de sus portales en Aguascalientes. ¡Al fin una trilogía juvenil estupenda que no se desarrolla en Estados Unidos!

Considero que, en este tercer libro, Vanessa ha madurado demasiado y que creció muchísimo como protagonista y como la elegida. No es que tuviera problema con ella en los dos libros anteriores, pero en este me cae mejor y me convence más como líder. Algo que me gustó muchísimo es que la trama avanza más rápido; un capítulo tras otro se van agregando nuevos personajes y escenarios, el nivel de juego va aumentando y la historia termina atrapándote demasiado. Yo amo tener las uñas largas y jugar con mis esmaltes para obtener grandes diseños, pero por culpa de ciertas escenas terminé con las uñas cortas y sin barniz. Vivía agobiaba por la vida de todos.

Por suerte no todo fue estrés y adrenalina, también hay momentos en los que es inevitable no sonreír o sonrojarte, como es el caso de las peleas y chistes entre Erik y Matheo. ¡AMO a ese par! Es el tipo de amistad incondicional que a todos les  gustaría tener y muy pocos resultan ser los afortunados. Apenas empieza una conversación que incluya a ambos, sé que voy a sonreír.

Ok, aquí quiero hacer un pequeño paréntesis para hablar de cierto diálogo que se desarrolla al final de la página 359 sobre cierta serie que me encanta porque sale mi guapísimo y sexy novio Ian Somerhalder. Y gracias a ese diálogo, ahora sé que a la autora tiene cierta preferencia por mi novio (just sayin'). Les juro que apenas llegué a esa parte, me empecé a reír y dije en voz alta que estaba de acuerdo con la opinión de Vanessa, después le dije a mi hermano que lo leyera, se rió porque él también ve esa serie conmigo, y más tarde le escribí a mi mejor amiga para decirle que debía leerlo. Fangirleo de media hora por esa última parte de la página.

Páginas antes, apareció cierto personaje que estoy segura hizo sudar a más de una lectora. Sí, hablo de Ramel. En verdad es sorprendente la gran imaginación que tiene Adriana González para crear personajes masculinos como Ramel, Matheo y Erik, por mencionar algunos, porque hay dos más que pff!! Lástima que no puedo entrar en detalles sobre este personaje sin hacer un gran spoiler del libro. Solamente les puedo decir que les van a gustar mucho todas las escenas relacionadas a este personaje. No por él, sino porque a mi parecer fueron en las que estuve más nerviosa y preocupada (al parecer soy masoquista).

No puedo irme sin mencionar el final del libro. En mi reseña del primer libro, dije que Los Dominios del ónix Negro: La elevación contaba con uno de los finales más agobiantes que he leído en mi vida. En esta ocasión, La Unión cuenta con el final más emocionante e intrigante de todos. 

Aprovechando que probablemente Adriana va a leer esto, me gustaría felicitarte por haber creado los dominios del Ónix Negro. Como muchos sabrán (y si no, pueden leerlo en la reseña del primer libro), La Elevación no era un libro que me llamara mucho la atención. Sin embargo, después de leerlo, se convirtió en una de mis historias favoritas. El primer libro que publicaste, y lograste atrapar a lectores de todo el país, e incluso a muchos más de otros países que están a la espera de que se publiquen

Los dominios por allá. No cabe duda que el talento existe y tú lo tienes. Terminé de leer el último libro a finales de abril, y sin embargo hasta la fecha sigo hablando de los tres libros cada vez que alguien me pide que le recomiende una buena historia. No te lo digo por conocerte en persona, ni por haberme mencionado en los agradecimientos (geeks, necesitan comprar el libro para verme en los agradecimientos), ni tampoco porque me caigas bien; lo digo como una adolescente obsesionada a la literatura que está en una búsqueda constante de grandes historias que logren atraparme por completo y hacer que me interese recomendar el libro porque sé que lo vale.

Los dominios lo lograron. Gracias por compartir esta historia, y gracias a todos los que llegaron al final de la reseña y viven para contarlo.

Con la colaboración de:  Penguin Random House

Adriana González Márquez

Sobre la autora

Nació en Aguascalientes. A los cinco años le rogó a su madre que le leyera una novela de suspenso noir, nada apropiada para su edad. Escribió su primer cuento a los doce años, pero le pareció tan malo que optó por destruirlo. Los Dominios del Ónix Negro: La Elevación es su primer novela.

Anterior
Anterior

Regreso a clases al estilo geek

Siguiente
Siguiente

Nunca digas nunca